El tema de la predicación de la Palabra me ha estado inquietando.
Hace unas dos semanas le pregunté a un joven evangélico cuándo consideraba que una persona era un buen predicador (o cuando encuentra que una predicación fue buena). Él me respondió citando elementos como una buena oratoria, una buena contextualización y cosas así. Al pensar en esto considero que son aspectos más bien humanos, que hasta sin Cristo en el corazón se podrían alcanzar y desarrollar.
Estoy concluyendo que la erudición, o lo nuevo o interesante no son objetivos de la predicación que le agrada a Dios. Aquí también tengo que reconocer que muchas veces procuré esas metas al predicar. Por ejemplo, recuerdo que una de mis primeros mensajes versó en torno al tema de la esperanza cristiana. Al terminar, una hermana de esa iglesia en Quillota me dijo que había sido interesante aprender cosas nuevas, pero creo que ni ella ni yo fuimos tocados por el poder de Dios a través de la predicación.
¿Entonces qué puede distinguir a una buena predicación?
Creo que la respuesta apunta a una exposición de la Biblia, que glorifique a Dios (y no al predicador) y que sea recibida como Palabra de Dios... es decir, que se note que es Dios el autor del mensaje.
Dadas estas consideraciones, creo que la homilética es otra área en la que tenemos que revisar qué está de acuerdo con la voluntad de Dios y qué es sólo mandamiento de hombres.
Comparto el siguiente video de John Piper sobre el tema. Hace pocos minutos lo vi por primera vez, y me gustó tanto que me motivé a publicar mis notas en este espacio.
Santiago.
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