Me están sucediendo cosas maravillosas.
Desde el 3 al 5 de agosto participe de mi quinto Sínodo de pastores de la ACyM, que dicho sea de paso, para mí fue el mejor de todos.
Llegué allá, al recinto de la SIM en Metrenco, con una incertidumbre tremenda acerca de cual es la voluntad de Dios en cuanto a donde o en qué trabajar el próximo año... pero salí del Sínodo anhelando obispado.
Expuse mi caso a otros como motivo de oración, y conversé sobre todo con Andrés Torres y con Israel Morales (mis dos grandes amigos pastores) sobre el tema.
En la primera noche conversé con Andrés hasta las 4 AM. Gracias a ese diálogo comprendí que significa que en momentos de crisis "el llamado te sostiene"; y comprendí que necesito saber si Dios me va a llamar al ministerio o no.
Lo que pasa es que nunca he tenido una convicción profunda de haber sido llamado por Dios al ministerio (tal vez más adelante describa con más detalles esto) de modo que ante los problemas pueda tener fuerza para persistir sabiendo que si Dios me llamó, él me sostendrá.
Por ejemplo, cuando el año 2007 seis hermanos del equipo enviado para abrir la nueva iglesia en Iquique se devolvieron a la iglesia madre, lo primero que pensé hacer fue poner mi cargo a disposición, en vez de luchar o persistir sabiendo que Dios me puso ahí (es que pensaba que lo más honesto de mi parte era asumir mi incapacidad).
Y de manera similar, cuando en octubre del 2009 mis superiores me informaron que tenía que dejar la iglesia hija y el distrito norte grande, de inmediato lo acepté con mucha calma, resignándome a que esa era la voluntad de Dios y punto. Hoy entiendo que mi calma y pasividad se debía a que no me sentía llamado. Por eso ni siquiera pedí una oportunidad (a diferencia de lo que pasó con Ruth). En pocas palabras aparecí como muy sumiso pero en el fondo había también una falta de convicción del llamado (como que podía vivir sin el pastorado).
Como decía, esa noche entendí que debía orar a Dios sobre el llamado y comencé a pedirle que me llame. Esta luz me dejó más tranquilo, y al otro día seguí con esa petición en mi corazón.
Al finalizar el Sínodo se realizó una Santa Cena dirigida por el pastor José Mardones. Durante su realización me di cuenta que yo estaba como nunca antes pidiéndole a Dios que me llame al ministerio y me acordé de lo que dice 1 Timoteo 3:1
"Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea".
Me emocioné al leer eso y me llamó la atención al ver la lista que Pablo incluye acerca de los requisitos que deben reunir los ancianos, pastores u obispos.
Esto es importante porque el ministerio ya no era para mi una opción más sino la opción que anhelo en mi corazón.
Es raro pero es cierto que por primera vez, estoy anhelando el llamado de Dios al ministerio, a pesar de que ya pasé por 4 años en el seminario teológico y por 4 años de experiencia pastoral.
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