Es común oír llamados para mantener vivo el espíritu navideño (o tal vez es cada vez menos común, pero se sigue escuchando en los medios de comunicación social).
Entiendo que varios aspectos de lo que se llama espíritu navideño no tienen nada que ver con la esencia de la Navidad: que es la celebración del nacimiento de Jesús; pero sí reconozco que en particular hay un área que tiene gran importancia y mucha relación con Jesús.
Se trata de la asociación que se hace entre "Navidad" y "tiempo para hacer bien a los demás".
Ayudar al desvalido, repartir café a los marginados, dar regalos a niños pobres, llevar una cena de navidad a quien no tiene qué comer en Noche Buena o invitar a alguien a comer en nuestra casa, son algunos de los muchos ejemplos de este bello espíritu que tiene en común el amor al prójimo.
Y desde luego que el amor al prójimo tiene muchísimo que ver con Jesús.
Recuerdo que hace unos 30 años, un joven de nuestra iglesia me invitó a ir a regalar cosas a las personas que encontremos en una población marginal de Quillota. Él llevó ropas y alimentos y yo llevé varios de los que habían sido mis juguetes.
Cuando regresamos, le dije a Carlos que me sentía muy bien por
haber dado a otros. Él me comentó que eso es cierto pero es más importante glorificar a Dios con lo que hacemos.
No recuerdo bien las palabras de este joven, pero ahora entiendo mucho mejor que el dar no puede ser -en el fondo- una actividad egocéntrica más, sino que es necesario comprender que si damos y amamos al prójimo es porque Dios nos ha dado y amado primero... y es bueno que esa motivación sea conocida por las personas que el Señor pone en nuestro camino.
Para finalizar, retomo la pregunta de la entrada anterior de este blog para decir que precisamente somos los discípulos de Cristo quienes debiéramos estar más preparados para estar embebidos del espíritu navideño (en el buen sentido de la palabra) y dar pasos firmes en la expresión del amor al prójimo.
¡Feliz Navidad!
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